Servicio Voluntario Adventista

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Dios de detalles

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Cuando estés sentada en el avión allí te preguntarás: ¿Qué estoy haciendo?”, “Te van a faltar abrazos, por cómo es la cultura allá” “¿Por qué irte afuera, cuando puedes aplicar tus conocimientos aquí?” fueron algunos de los comentarios, que con muy buena intención me dieron, cuando compartía mi sueño hecho realidad de mi pronto viaje a 12023 kilómetros de casa, para servir en un trabajo, para el cual no me había formado profesionalmente.

Comencé a imaginarme las posibles situaciones que enfrentaría, y a la par, preparándome y orando, pidiendo por detalles que me ayudaran a sobrellevar el cambio; por si acaso, me surtí de abrazos de mis familiares y amistades cercanas cada vez que podía, alisté la ropa más ligera y conservadora para el clima caluroso, que “debía” hacer en un país desértico, y a la para le pedí a Dios, pensando en mi amor por los árboles, “por favor Padre, concédeme aunque sea una plantita verde en medio del desierto y voy a ser feliz”. Hasta entonces él había sido fiel, me había acompañado y consolado en cinco intentos fallidos de ser misionera y de manera milagrosa e ins-tantánea había respondido a mi oración, al indicarme el lugar y el llamado para servir, cuando me rendí completamente a sus planes.

Con la seguridad de su bendición y guía, dejé a mi familia en sus manos y pasé, alrededor de 19 horas de vuelo y 11 horas de escala, cansada, pero maravillada, contemplando cómo las diferencias culturales se hacían más grandes en cada parada. En todo el trayecto y en mi campo de labor he sentido a Dios en diferentes formas y personas que me mostraron su generosidad y protección.

Como la primera madrugada en la que arribé, cuando comencé a romper los paradigmas que tenía sobre el lugar de camino del aeropuerto a la iglesia, pude notar con sorpresa que casi todas las calles de la ciudad tenían zonas verdes y muchos árboles, pero mi Señor, había guardado un regalo especial en donde viviría; en lugar de una plantita, me dio un amplio jardín verde con árboles frutales, donde resaltaba, para mi sorpresa y alegría, hermosas Buganvilias fucsias, del mismo color que las que tenía en el jardín de mi casa, en mi ciudad natal, y no contento con ello, el primer sábado, su voz se escuchó firme y fuerte, cuando se levantaron 3 personas para la predicación, era normal que hubieran solo dos para la traducción entre el árabe y el inglés, pero en esa ocasión el orador invitado predicó en español, y lo mejor de todo fue el mensaje profético centrado en la misión, hecho que no tenía precedentes en mi nueva iglesia.

Mi campo de servicio, desde entonces, se ha desarrollado entre pequeños corazones, niños de 3 a 6 años de edad y sus familias, entre ellos musulmanes y católicos ortodoxos, con diferentes nombres, rostros y color de piel, mas, cuando se trata de expresar cariño, nos hay diferencias, ni barrera lingüística, el amor es global y adivinen cuál es el idioma. Sí, los abrazos no solo sobreabundaron entre mis pequeños estudiantes, sino con mis queridas hermanas en la ciudad y en las villas que visité; en cada lugar recibí una gran bienvenida, la gente derrocha hospitalidad, y desde un inicio me hicieron sentir como en casa. Con alegría veo cómo mi familia va creciendo.

He percibido que Dios sabe lo que está en mi corazón y me acompaña de cerca. Me ha revelado su amor en milagros pequeños, que muchas veces dejamos pasar porque no nos detenemos a mirar. Un día, nació en mi corazón el deseo de dedicar un espacio de mi habitación para el “culto”, un lugar que, por tradición familiar separamos para el Señor, en donde nos encontremos.

Mi habitación no es grande, pero justo en la ventana había un espacio de uno metro cuadrado preciso, oré: “Señor, por favor, dame un mueble para poner mi Biblia y los materiales cristianos que tengo, amén”. Y me dirigí a las oficinas de la iglesia, para consultar si tenían algún mueble que ya no usaran, subí las escaleras, y al entrar justo al lado de la puerta había un mueble pequeño, con libros y adorno. “¡Es perfecto!”, exclamé en mi mente, y me apresuré a preguntarle a la secretaria si estaría disponible, pues estaban haciendo mudanzas.

Luego de algunas consultas, me dijo que me lo podría lle¬var. Realmente la alegría no cabía en mi pecho, y no solo ello, encontré libros misioneros y de estilo de vida sano, una pizarra que había estado pensando comprar, una mesa que necesitaba para trabajar y un pergamino con el mapa de la Unión que decía, en portugués y español: “En gratitud a la División Su¬damericana, su apoyo está haciendo la diferencia en la vida de muchos”. Todo detalle preciso para mi necesidad.

Por su gracia, no mucho después, aún con mi inglés en camino de mejoría, participé como ponente en las capacitaciones de uno de los dos únicos Clubes de Conquistadores que hay en todo el país, así como en talleres sobre alimentación saludable, ejerciendo mi pasión por la salud pública. Por donde voy encuentro un gran potencial de liderazgo, de hermanos y hermanas loca¬les que dedican su vida al servicio del Señor y que cuentan con testimonios que harían temblar al más consagrado; son parte de ministerios que van creciendo y buscan compartir el mensaje de esperanza. Por su gracia, vi vidas entregándose por medio del bautismo, tocadas por el trabajo evangélico y hasta por medio de sueños, todo por inspiración de su Santo Espíritu, quien es el Único que lleva a convencer y a convertir.

Por algunos meses después, la vida en general transcurría agitada, con su más común justificación: “no tengo tiempo suficiente”, que se rompió abruptamente desde inicio de este año, con los inesperados indicadores del COVID 19. Los países cerraron sus fronteras, los centros de recreación y lugares de gran concentración de gente se restringieron, y mi centro de labores no fue la excepción. Pero, en el Señor, tras cada dificultad hay una oportunidad, comenzamos a crear contenido virtual para nuestros niños en el formato usual que desarrollábamos en clase, en donde habíamos empezado, no hace mucho, con el “Pray Time”, momento en el que orábamos juntos por un estudiante y su familia; actividad que hasta ese momento, se había limitado a nuestros estudiantes. Pero ahora llegó por medio de audios y luego videos a sus familias en cada clase. La respuesta fue de gratitud por parte de los padres. Aunque no podemos mencionar el nombre de Jesús, esperamos que la conversación de los niños con Dios se haga cercana, y quién sabe se alcance a sus familias

Los pequeños detalles son los que hacen la diferencia, cada gota en el mar, la arena en el desierto, cada célula que Dios creó hace un ser viviente, su poder lo abarca todo. Esta experiencia me está ayudando a conocerme a los ojos del Señor y a reconocer cuán grande es mi necesidad de depender en cada momento de él, como poderoso Dios creador y lleno de amor. Veo cuan grandes cosas hizo y está haciendo por mí en mi campo de servicio y lo mejor, es que aún no termina.

“He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz;

¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto,

y ríos en la soledad”. Isaías 43:19

Suely Guio, Unión Peruana del Norte

Comentarios

  • Néstor
    17 de agosto de 2022 a 22:59

    Muy orgullosa de mi hermana, por eso siempre da lo mejor de ti para el servicio de Dios. ¿Cómo se dice maná? Felicidades por tu trabajo que sigue cada día y seguro con nuevas oportunidades que Dios te seguirá dando, en los tios que elegiste la mejor manera, la manera de trabajar para Dios. Dios siempre te cuide y proteja

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